SOL GENERAL
Darío Vera
Para nadie es un secreto que las decisiones que se toman en relación al Club Correcaminos, siempre tienen que ser aprobadas en Palacio de Gobierno, pues el equipo es de interés social y político por la autoridad de nuestro estado, más allá de lo que se piense o diga en la oficina de Rectoría de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Así lo ha sido al menos desde aquella intervención que en su momento tuvo el exgobernador Tomás Yarrington Ruvalcaba, hoy huésped del penal de El Altiplano, con aquella famosa inversión tripartita que convirtió formalmente en dueño al Gobierno del Estado, del pajarraco azulnaranja.
Después Eugenio Hernández Flores con su rescate del equipo que ya estaba prácticamente vendido a Reynosa y ni que decir de Egidio Torre Cantú, que pintó todo Tamaulipas de naranja por su afición al Corre y donde vivió sus mejores épocas deportivas de los últimos años y una bonanza económica que no volverá.
Cuando Francisco García Cabeza de Vaca fue mandatario, el desatino de la dirigencia de Rafael Flores Alcocer, medio se compuso después con la llegada de Miguel Mansur, que tuvo la desgracia de que la pandemia le mandara al demonio un buen proyecto deportivo con un gran plantel y un extraordinario director técnico como lo es el profesor Roberto Hernández Ayala.
Para nadie es un secreto que en esa época tuve el gran honor de ser servidor público y he de confesar algo; hay quienes creen que el simple hecho de estar en Gobierno te convierte en parte de las decisiones que se toman en todo y la verdad que no es así, cada quien tiene su esfera de influencia y tareas definidas… no es queja, pero yo me encargaba de lo mío y nada tenía que ver con Correcaminos, tan es así que en mis perfiles públicos de redes sociales, la crítica y el reconocimiento se repartían conforme a lo que en el campo se veía por igual.
En agosto de 2021, por primera vez mi jefe, César Augusto Verástegui, me indica que llegará una nueva directiva y que es su deseo me incorpore a trabajar con ellos, la indicación era reunirme con Felipe del Ángel Malibrán.
Un día antes de la reunión, amigos del sur del estado me empiezan a llamar para felicitarme por mi “nueva etapa de directivo”, porque Malibrán, ex presidente de la Jaiba Brava, les llamó para pedir referencias.
Pedí mesura porque las cosas no están hechas… hasta que se hagan.
Y así fue: Malibrán, ya con el cargo bajo el brazo, incorporó a un funcionario de la UAT y a Ashdruval Martínez, se cerraron y ahora sí, nadie entra, nadie sale; la camarilla estaba hecha.
Con más pena que gloria, los tres se fueron de Correcaminos y yo, para ser sincero, no voy a donde no me invitan y menos a donde no me quieren.
La anterior anécdota se las platico porque justamente es lo que está pasando hoy en Correcaminos, pero esta vez, no a mí afortunadamente.
La necesidad de un Director deportivo en el club, es más que evidente; nadie da seguimiento a la formación de los jugadores, no hay congruencia en las contrataciones, tan es así que sacan jugadores del llano y los traen de refuerzos y nadie marca los parámetros ni evalúa al director técnico, ni se estipula un modelo de trabajo en fuerzas básicas; cada quien anda a la buena de Dios.
Si a Héctor Hugo Eugui se le calificara con la misma medida que a Paco Cortez, hoy estaría fuera.
Para nadie es un secreto también que Eugui es el “padre futbolístico” del presidente Javier Garibaldi, por ello es también que la camarilla actual está hecha.
Hace más de un mes, el rector Dámaso Anaya Alvarado anunció la llegada de un director deportivo y, aunque en entrevista no lo dijo, a algunos papás de los campeones de la Segunda División se los mencionó, el elegido era Juan Carlos Román, un promotor de futbolistas con mucho pasado en Victoria.
Y no es que Román sea santo de mi devoción, al contrario, el pasado del sujeto en mención es digno de una columna aparte; el hecho es que el Rector de la UAT ya lo eligió para desempeñar el cargo.
Pero desde hace más de un mes, Javier Garibaldi y HH Eugui, le han cerrado la puerta en las narices a JC Román, pese a la instrucción de Dámaso Anaya Alvarado.
Ni Garibaldi ni Eugui van a permitir la intromisión de alguien ajeno a sus intereses, de quien los vigile, les evalúe o los corrija. Más aún cuando en el seno del pajarraco, en la administración de Javier Armando, se ha escrito uno de los episodios más vergonzosos en la historia del club, como lo es el amaño de partidos.
Más aún también, cuando de viva voz (a mí) me dijo Eugui que “los directores deportivos todo lo entorpecen, a mí no me gusta trabajar con ellos”.
Lo dicho: en Correcaminos no aplica el famoso adagio “donde manda capitán, no gobierna marinero”, pues la orden la recibieron hace más de un mes y aquí, se van a morir con la suya.
Pero esa cerrazón los ha llevado a que el ultimátum les acompañe: a Garibaldi y a Eugui les dieron un plazo, calificar a la liguilla este torneo o si no se van… los dos.
Parece ser que la resignación del bando de la UAT ha llegado y no colocarán al director deportivo este torneo, pero la consigna al presidente y al director técnico está clara.
Lo grave del caso es, además de todo, la evidente separación de bandos, en contraste con la comunión que debiera existir.
Por la UAT se pide ver por el equipo, mientras que la directiva se quiere cocer aparte.
¿Quién ganará?… al tiempo, al tiempo.