SOL GENERAL
Darío Vera
Ese día empezó muy temprano y con un regaño; nunca lo voy a olvidar.
Era un domingo y todavía no eran ni las siete de la mañana cuando suena mi teléfono y era mi entonces jefe… “¡el Cinco nos ganó la nota… levantaron Alan Pulido!”.
Aún modorro, me disculpé por dormir… hágame el refabron cavor.
Era el domingo 29 de mayo del 2016, hace nueve años.
Y si bien dicen que la noticia nunca duerme, uno sí tiene que descansar en la medida de lo posible.
Alan, que en ese entonces jugaba para el Olympiakos de Grecia, disfrutaba de su periodo vacacional en esta su Ciudad natal junto a su familia.
Su hermano, sus papás y algunos primos, así como unos amigos, compartían en una quinta por el rumbo de la Interejidal.
Él siempre se sintió cómodo aquí, en su casa, con los suyos; nunca lo cambió ni la fama, ni el éxito deportivo, mucho menos el dinero.
Pero en su entorno sí había quien lo veía ya con ojos de negocio, aunque lamentablemente era a través de la comisión de un delito.
Un primo político en segundo grado fue el autor intelectual del secuestro del futbolista; al día de hoy se encuentra libre porque la denuncia no fue ratificada.
El futbolista y su familia prefirieron vivir en paz.
Alan ya había sido campeón con Tigres, probaba las mieles del fútbol Europeo, aunque no vio minutos de juego pero fue seleccionado nacional para el Mundial 2014; después se fue al equipo más querido de este país y lo ganó todo: campeón goleador, campeón de Liga, campeón de Copa, campeón de CONCACAF, todo con la camiseta de Las Chivas Rayadas del Guadalajara.
Pero aquel 29 de mayo nunca se olvidará.
Incluso hubo momentos donde pensamos lo peor pues los rumores apuntaban a un desenlace fatal.
Ese día yo, triste porque una noticia así impacta; Victoria estaba en la mira de todo el mundo, incluso me tocó reportar la información para la prensa española, inglesa y un medio en Grecia. Lamentablemente durante el día no había buenas noticias.
El gobierno de Egidio Torre Cantú agonizaba y con ello la credibilidad de todo un sistema colapsado y en crisis. El secuestro de Pulido fue la estocada final, estábamos en plenas campañas para elegir gobernador y la desaparición de un personaje famoso, hería a todo el pueblo y eso se castigaría días después en las urnas. Ni el PRI volvió a ser el mismo.
Era ya muy tarde y la edición se cerró sin la ubicación de Alan.
Yo, me dirigía a mi casa en el barrio de la López Mateos y manejando aquel Malibú blanco de modelo antiguo, de repente me entra un mensaje al celular que según Alan había sido localizado y era trasladado al Hospital General. Para mi suerte yo estaba a dos cuadras.
Llegué justo cuando una ambulancia arribaba a toda velocidad, de ella no bajaban al futbolista sino a un tipo delgado, moreno, de algún metro con setenta centímetros aproximadamente.
El rostro ensangrentado y desfigurado, aparentemente había sido golpeado.
Presumo yo que pudo ser el hombre que tenía cautivo a Alan, en una casa de seguridad allá por la colonia Las Brisas.
Sin éxito porque a quien esperaba ver era a Alan vivo y a salvo, me subí de nuevo al Malibú y fui a cargar gasolina a la Arce.
Al tomar de regreso rumbo a casa, a la altura del bulevar Fidel Velázquez me rebasa a toda velocidad un Audi blanco… inmediatamente lo identifiqué como el carro de Armando, su hermano.
Por más que pisé el acelerador no pude seguir el paso, ¡pues cuando!, el flamante Audi era mucha pieza para el Malibú chocolate.
Por el rumbo de la central camionera lo perdí de vista y no me quedó otra más que seguir el instinto, o iban a la casa familiar en la colonia Mainero o habían sido convocados a Palacio de Gobierno; opté por la segunda y me fui por todo el bulevar “destelado”.
Ya eran los primeros minutos del 30 de mayo.
Ni una ni otra, pero por fortuna al llegar a la altura del Dos, veo el movimiento de suburbans y patrullas. Inmediatamente me orillo y era el primer reportero en llegar, (ahora si no nos ganó el Cinco jefe) en ese entonces apenas empezaba Facebook con la posibilidad de transmitir en vivo y aunque con poca pila, alcanzamos a captar la llegada del entonces procurador Ismael Quintanilla (recientemente nombrado abogado de la UAT), después el gobernador Egidio Torre.
Llegaron corriendo sus primos, entre ellos el buen Elton que siempre ha visto a Armando y Alán como hermanos menores. La felicidad lo llevó al llanto.
En short, chanclas, camiseta muy colorida de resaque, algunas manchas de sangre del individuo que sometió para liberarse, Alan tenía un rostro sereno, tranquilo que incluso esbozaba una sonrisa.
“Aquí está Alan, sano y salvo, aquí está pa’ que lo vean”, decía Egidio Torre como quien muestra un trofeo, con una tranquilidad inexistente, por dentro sabía que había perdido el estado.
Alan aprovechó el descuido de uno de sus captores, se liberó de la soga que lo tenía amarrado y lo sometió a golpes, le alcanzó a quitar el teléfono y pidió ayuda.
Si, como de película. No me lo contó a mí, se lo contó a Adela Micha a quien semanas después le daría una entrevista exclusiva.
Le seré sincero, no veo a Alan Pulido desde que me hizo el gran honor de ser padrino del Torneo de Barrios y él entregó los trofeos y las medallas.
Recientemente en una entrevista, mi querido Armando, su hermano, declaró que Alan perdió, no el amor por su tierra, pero sí el encanto de venir a ella.
Con lágrimas en los ojos recordó ese pasaje que aún le duele; Alan fue llevado de la mano a Tigres por Armando, lo cuidó, lo aconsejó, lo regañó.
Lo diré con mucho respeto: Alan es lo que es, gracias al amor incondicional de su hermano Armando.
Y Armando ama a Alan no como un hermano, sino casi como a un hijo; por ello ahora Alan ahora muestra un amor similar con su sobrino Iker.
Es justamente el amor de familia lo que lo sobrepuso a ese trago amargo y después al escarnio público, a la burla y quienes ponen en tela de duda el hecho.
Como testigo de ver crecer a Alan y Armando como futbolistas y personas, y con el aprecio que personalmente les tengo, qué doloroso fue aquel domingo. Como victorense qué triste lo sucedido y aún más que sean hechos que se siguen replicando en nuestro estado.
Como periodista, qué privilegio haber sido testigo de esa historia.
Hoy se cumplen nueve años de este hecho que por fortuna tuvo un final feliz.