SOL GENERAL
Darío Vera
El 14 de marzo de 1944, hace 81 años y 11 días, allá en Aldama, Tamaulipas, nació quien tendría un talento innato para la práctica del baloncesto. Su estatura y constancia le ayudaron a consolidarse como el mejor de su época y después, hay quien lo cataloga como el mejor de todos los tiempos.
Manuel Raga Navarro, que lo diremos hasta el cansancio, tiene como deportista una carrera ejemplar, digna de replicar una y mil veces más en las nuevas generaciones de mexicanos.
Pero como persona, bien dicen que nunca terminamos de conocer a la gente.
Basta recordar cuando recién llegado a la titularidad del INDE, en los primeros meses del 2023, en una rueda de prensa en lugar de hablar del evento al que había convocado, recordó pasajes de su vida, uno de ellos de cómo ingresó a estudiar su carrera en el Tecnológico de Ciudad Madero, donde afirmó “no pasé el examen pero como quiera me quedé… ya ven cómo es la corrupción”.
Lo que en su momento se interpretó como un desliz o para otros como exceso de honestidad (innecesaria por el cargo que ostentaba), nunca quisimos verlo como el verdadero rostro de Raga.

Al paso del tiempo se confirma que el atleta dista mucho de la persona, pues los valores y el recuerdo de su ingreso al nivel superior, únicamente reflejan su actuar en el servicio público y su mala educación.
Dos años en el ejercicio del cargo más importante en el deporte tamaulipeco bastaron para desfalcar la hacienda pública con un daño al erario cuantificado en varios millones de pesos, hecho que está documentado en una carpeta de investigación que yace en la Contraloría Gubernamental.
Por extraño que parezca, aunque la misma ley lo dice que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario, pese a la investigación Raga sigue siendo servidor público, ahí mismo en el INDE y solo un escalón abajo del cargo que tenía antes; ahora es Director de Deporte Profesional, un cargo que estuvo acéfalo el sexenio anterior, pues señalaban que dichas funciones eran ociosas.
Ocho meses en su nuevo cargo han bastado para que Raga vuelva a enseñar el cobre.
El fin de semana pasado, ostentándose como el dueño del club Correcaminos que milita en la Liga Nacional de Baloncesto Profesional, acudió a San Antonio, Texas, para realizar try outs donde los jugadores y las jugadoras que llegaron con la esperanza de encontrar cabida en el equipo mexicano, debían pagar, de entrada, 100 dólares para ser visoreados y después negociar contratos para militar en el equipo de la UAT, sin autorización ni de la máxima casa de estudios ni del mismo instituto del deporte.
Imagínese usted: Manuel Raga director de deporte profesional, le da instrucciones, le comisiona y le otorga presupuesto al Manuel Raga administrador de Correcaminos.
Raga y sus secuaces, enclaustrados en las antiguas instalaciones del jardín de niños “Conchita” García Manzo de Treviño Zapata, ahora habilitadas como oficinas del INDE, desde ahí maquilan sus próximas fechorías, donde nadie les moleste ni les interrumpa.
Raga deambula con su Pepe Grillo, un mal consejero que siempre le acompaña: Oscar González, ex secretario técnico del INDE, que en lugar de ir a cumplir sus horas de servicio en la UAT, únicamente le ha ayudado a destruir su imagen de atleta y construir la del hombre que defrauda la confianza de quien ahí lo puso.
A veces camina solo, con las manos entrecruzadas por la parte posterior; incluso al caer la tarde se la pasa pensativo, no se sabe si por arrepentimiento o como en el ajedrez preparando su próxima jugada; cuando la figura se observa solitaria hay quien lo confunde con un alma en pena, tanto que le llaman El Fantasma del Conchita.
Pero no, es Raga, más vivo que nunca y disfrutando las mieles del dinero público; hay testimonios donde ha contratado jugadoras que firman hasta por $3,800 dólares y su sueldo es únicamente de $800; tal es el caso de Eneily Rodríguez, quien en 11 juegos apenas marcó 40 puntos y habría colaborado en este esquema financiero del aldamense.
El error de San Antonio parece que pone los días contados de Raga en el servicio público; incluso en la Secretaría de Administración se ha ordenado que no hay recursos para lo que don Manuel pida, “pues debe mucho y sigue sin comprobar” … al menos alguien ha sido sensato y le ha puesto freno.
Gerardo Ríos y Julio César Rodríguez, miembros del clan, van en el paquete de las triquiñuelas elaboradas por el hombre que gusta de viajar continuamente a Cuba para visitar a su familia política.
La novela parece cercana de encontrar su final, la última palabra saldrá del escritorio donde se toman las grandes decisiones.